¿Qué tienen en común el Área de Protección de la Flora y Fauna Cuatrociénegas, ubicada en Coahuila, la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, ubicada en Puebla, el Anillo de Cenotes del Cráter de Chicxulub, ubicado en Yucatán, y el río Bravo en la frontera México-Estados Unidos, llamado Grande en éste último país? En primer lugar, que los cuatro son lugares naturales mexicanos. Sin embargo, eso no es lo que en este texto nos ocupa; el común denominador entre esos cuatro puntos naturales es que, todos ellos, alguna vez fueron propuestos para ser declarados Patrimonio de la Humanidad. Los tres primeros ya lo son, mientras que el río Bravo es candidato a serlo, o al menos eso buscan los activistas chihuahuenses liderados por el profesor Manuel Robles.
Para él, el río Bravo debe ser considerado Patrimonio de
la Humanidad. Punto. Robles considera que este espacio natural tiene
características similares a las que presenta el río Nilo, en Egipto, que, por
cierto, forma parte del extenso listado de sitios declarados Patrimonio de la
Humanidad alrededor del mundo. Por ello, ha iniciado, desde hace varios años,
una intensa movilización social de manera pacífica, con el fin de hacer ver,
primero a los residentes locales, que el río Bravo es un motivo de orgullo para
México. De forma continua, Robles y su equipo de colaboradores y simpatizantes
recaban firmas entre la población de ambos lados de la frontera y los turistas,
para conseguir atraer la atención internacional. Actualmente, los residentes
del Valle de Juárez tienen unas 10 mil firmas, y aseguran que el número sigue
en aumento.
Esta lucha no es reciente, sino que ya tiene tiempo de
iniciada. Hace unos dos años, Robles y sus ayudantes entregaron a los relatores
de la Organización de las Naciones Unidas las primeras firmas, con el fin de
que esa institución internacional pusiera sus ojos en el tema. En ese entonces,
Robles entregó las copias a Clara Judisman, quien fungía como una de las
relatoras en ese entonces. La petición fue clara: los ciudadanos deseaban que
el río Bravo se convirtiera en Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, los
luchadores sociales nunca obtuvieron respuesta.
Al tener tal distinción, sostienen, definitivamente se
realizarían acciones concretas para protegerlo de los distintos contaminantes,
sí, pero sobre todo, aún más importante, del desdén de las autoridades tanto mexicanas
como estadounidenses. Si el río Bravo obtiene tal categoría, considera Robles,
muchas organizaciones del mundo se interesarían por cuidarlo y las agencias
internacionales se harían cargo de su limpieza y revitalización, tareas que,
sostiene, no han sido realizadas de forma efectiva por ninguno de los
gobiernos. La experiencia demuestra a Robles que las plantas de la región
vierten residuos tóxicos al río, de tal forma que hoy está en un estado de
contaminación grave. Pero la experiencia también le demuestra que efectivamente
se puede hacer presión con la sociedad civil, como ocurrió cuando él y sus
simpatizantes se manifestaron en contra de la creación de un tiradero nuclear
en Sierra Blanca, que, si bien estaría ubicado en Estados Unidos, sus
potenciales efectos negativos se sentirían de este lado de la frontera.
En Estados Unidos, informa Robles, el río Bravo es
considerado patrimonio nacional desde que el presidente Bill Clinton así lo
declaró en su momento. Se podría pensar que si en Estados Unidos este río se
considera patrimonio de la nación, en México también deberíamos de estar
orgullosos y el gobierno mexicano debería condecorarlo con la distinción
homóloga. Sin embargo, para él, el río
es tan importante que no basta con que 2 de 194 países reconozcan la grandeza
del Grande. Por eso es la lucha que actualmente sostiene. Se opone a que
Estados Unidos y México sean quienes lo validen, y cree que esta tarea debería
ser realizada por toda la humanidad. De lo contrario, nunca se llevarán a cabo
las acciones que urgentemente necesita el río, dice.
Si el río Bravo es digno de declararse Patrimonio de la
Humanidad o no lo decidirá la ONU por medio de la UNESCO. Sin embargo, una
verdad es que este cuerpo de agua es importante porque constituye una frontera
natural entre dos países con profundos contrastes, y además posee una vasta
historia donde ha protagonizado disputas de corte internacional.
Históricamente, el río ha tenido diversos nombres. En God´s Country or Devil´s Playground,
Nelson deja escrito que los distintos exploradores lo nombraron de distintas
formas: Tiguex, Nuestra Señora, Guadalquivir, Nuestra Señora de la Concepción,
Tibuex, y Río del Norte. Así, es a Juan de Oñate a quien los mexicanos debemos
el adjetivo que hoy utilizamos para referirnos al río: bravo.
Como sea que haya adquirido el nombre, la pregunta que
hay que responder es ¿por qué un río de más de 3 mil kilómetros podría ser
considerado para condecorarse con semejante distinción? Ni siquiera el río
Amazonas, que mide dos veces lo que mide el Bravo, es considerado Patrimonio de
la Humanidad, a pesar de que se encuentra en Amazonia, una de las zonas
consideradas maravillas naturales del mundo. He aquí una verdad de Perogrullo
que espero que pueda servir para responder esta pregunta: si bien el Bravo no
es, de ninguna forma, el Amazonas, el Amazonas tampoco es el Bravo. Más allá de
una simple tautología, lo que quiero decir es que, muy aparte de la importancia
histórica que pueda tener el mencionado cuerpo de agua sudamericano, el río
fronterizo es la línea divisoria de dos países que, en una escala global, son
el mejor ejemplo de una relación de dependencia donde existen profundas
asimetrías en cuanto a la magnitud de las afectaciones. Las cosas no son iguales
de un lado que del otro. En ese sentido, el río es evidentemente, una línea
divisoria natural, pero también una línea divisoria cultural. Dos culturas muy
distintas se encuentran separadas por un cuerpo de agua. Por otra parte, el
Bravo ha literalmente empapado a los llamados “mojados”, migrantes provenientes
tanto de nuestro propio país, como de Centro y Sudamérica, que intentan vivir
el llamado “sueño americano”. Además, es una frontera natural cuya modificación
en el cauce alguna vez fue motivo de la disputa del territorio de El Chamizal,
entre México y Estados Unidos. Lo anterior viene a colación por la
trascendencia histórica que tuvo el río Bravo decidió: decidió, en un momento
determinado, cuál iba a ser la frontera.
La UNESCO tiene una serie de criterios que utiliza para
nombrar Patrimonio de la Humanidad un determinado sitio o bien material. En el
caso de un sitio natural, para que éste obtenga el reconocimiento de toda la
humanidad, debe representar algún periodo de la historia, contener fenómenos
naturales extraordinarios y bellos, o contener hábitats naturales importantes,
donde haya una gran diversidad biológica o especies en peligro de extinción. Los
fronterizos sabemos que nuestro río Bravo no cumple con ninguna de las tres
características que pide la UNESCO. En realidad, el río no destaca por su
belleza ni por su extraordinaria fauna. Sin embargo, el antiguo Tibuex podría
ser digno de recibir el reconocimiento de todo el mundo si en los requisitos se
considerara la importancia que tiene en la vida política, cultural y social de
dos países profundamente distintos, donde diariamente, cientos de personas se
juegan la vida con la intención de cruzar la frontera y tener una mejor calidad
de vida.
Fernando Aguilar Carranza
17 de mayo de 2014
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